Haciendo un análisis histórico del proceso de creación, innovación y personalización de cantes, podemos sacar la conclusión generalizada de que la época flamenca más creativa de formas, matices y sonidos flamencos se da mayoritariamente antes de 1950. Tomando de referencia la tradición oral, la franja histórica más prolífica en cuanto a creaciones personales corresponde con los primeros años de la historia flamenca. Esto último puede explicarse ya que en el proceso de nacimiento de este arte quizás no existieran unos cánones establecidos de como realizar los cantes. Por ello cada artista tenía amplia libertad para expresar sus formas cantaoras sin ajustarse a ningún patrón de pureza preconcebido. Pero, ¿realmente los viejos cantaores tenían una capacidad creativa superior a los actuales? Para mí, la respuesta es no. Entonces, ¿Por qué el proceso creativo es mayor al principio de los tiempos flamencos y se reduce considerablemente hasta llegar a nuestros días? Analicemos la situación detenidamente y veamos que factores influyen para que esto sea así.
Partiendo de un cante flamenco neonato, y dejando a un lado
a posibles genios creativos, una de las formas más posibles de creación de
diferentes estilos melódicos pudiera ser similar en cuanto a proceso, a lo que
actualmente se ha venido a llamar juego del teléfono roto o descompuesto. Donde
el efecto memoria juega un papel fundamental para mantener o distorsionar un
mensaje. Extrapolando esto al flamenco, vemos como los cantes se van
modificando en el recorrido que hace desde que un cantaor lo recoge a través de
su aparato auditivo, lo procesa en su cerebro y lo recrea pasándolo por su
propio tamiz, ya que le es imposible recordar exactamente la melodía original
que recogió de aquel compañero cantaor con el que coincidió escasas veces en su
vida. Esto ocurría con mayor frecuencia cuando la única forma de aprender los
distintos cantes era escuchándose los artistas unos a otros, cuando las
grabaciones eran escasas o inexistentes.
Realizando un repaso cronológico enfrentado con la proliferación
de estilos dentro de cada cante, observamos como el mayor porcentaje de formas datan
de principios del siglo XX hacia atrás, reduciéndose progresivamente con el
paso del tiempo, salvo excepciones, como la época fandangueril donde aumentaron
las múltiples variantes personales. Es a partir de los años 50 aproximadamente
cuando se aprecia una disminución notable en cuanto a creación de nuevas formas
melódicas. Se hizo fuerte entonces la creencia de que había que ser fiel a los
estilos ya creados por los antiguos, y además, el desarrollo de la industria
del disco con la llegada del vinilo facilitó a las nuevas generaciones aprender
los cantes sin salir de casa y pudiéndolos memorizar a la perfección, dejando a
un lado la inventiva y la posibilidad de darle personalidad a los diferentes
estilos flamencos. Fue una época donde se rescataron algunos cantes caídos en
el olvido, pero por el contrario se establecieron unos cánones excesivamente
estrictos. Puede afirmarse que estos cánones siguen presentes actualmente, y
rara es la vez que cuando algún cantaor se sale de la música original de un
estilo concreto, no se le tacha de sacrílego. Este hecho hace que la tentativa
de creación pueda ser llevada a juicio por la ortodoxia más beligerante por no
cumplir el “código cabal” de la “ley flamenca” actual. Si a todo esto le
sumamos el desarrollo de la industria del disco desde los 50 hasta nuestros
días, con el todopoderoso Internet a la cabeza, se ha facilitado mucho la labor
del artista actual para aprender los distintos matices musicales de cada cante,
acomodándose y dejando a un lado su capacidad más creativa.
En el cante siempre ha habido creadores y recreadores, y
ambos son vitales para la persistencia del cante jondo. Unos por conservar esas
formas tal y como son, y otros por seguir aportando cosas diferentes y hacer
del flamenco un arte vivo. Parece claro que crear hoy en día con la cantidad de
variantes dentro de cada cante resulta algo difícil, pero si el cantaor imprime
su personalidad y su forma de decir, se puede seguir aportando cosas al
flamenco.
Actualmente las pocas innovaciones que se introducen son cursis
estribillos, de los cuales algunos son afortunados, pero en su mayoría no hacen
más que "desflamenquizar" el cante y atrincherar al cantaor bajo esta salvaguarda. Otra de las tendencias que ha venido cogiendo
fuerza es la de alargar los tercios hasta la extenuación, en un alarde de
facultades que aleja de la idiosincrasia flamenca y lo acerca más a la copla o canción española. El flamenco
está en lo corto, ahí es donde duele y donde tiene aire. Ahí está lo difícil.
Aun queda mucho por reconocer en cuanto a creaciones, ya que son muchos los cantaores que han impreso su sello y han ampliado la forma de interpretar el cante, generando así escuelas. Ahí quedan las camaroneras, fosforeras, caracoleras o morentiana por poner algunos ejemplos. Esperemos que el tiempo y la investigación seria, llegue a catalogar las múltiples variantes melódicas introducidas por estos fenómenos. Por supuesto, confiemos en que las nuevas generaciones sigan aportando cosas al cante flamenco, y que el aficionado las reciba sin prejuicios pero juzgando desde su honestidad, sólo así podremos transformar la involución en evolución.
Os dejo con un claro ejemplo de lo que para mí es creación y recreación. Fandancos de Macandé interpretados por Ángel de Álora que fue un gran conservador de los estilos, y Camarón de la Isla, que añadía su personalidad y sus giros melódicos a todo lo que tocaba. Disfruten de estas dos magníficas grabaciones:
Angel de Álora:
Camarón de la Isla:
Interesante tema. Hacerle cosas al cante, obligación de todo cantaor que se precie, es bien complicado. Los 'cantes clásicos' son tantos y tan variados que un talento, como por ejemplo El Pele, logra sacar a esos modelos nuevos horizontes de expresión flamenca. Como dices Enrique fue grande también en eso de renovar, Caracol un gigante, Fosforito, Camarón y otros, todos los que mantienen vivo el cante haciéndole cositas sin sacar los pies del tiesto. Un saludo
ResponderEliminarComo dices, actualmente la variedad melódica es tal que tan sólo unos pocos son capaces de aportarle cosas distintas. Hay más cantaores que podrían hacerlo, pero temen salirse de los "patrones" establecidos.
ResponderEliminarUn saludo Faustino.
¡Magnifico documento!
ResponderEliminarMe quedo pasmada.
Enhorabuena, Tomás.
Saludos.
Gracias por comentar y estar ahí. Lo de Tomás es sólo un pseudónimo, soy Rufo.
EliminarUn saludo Mari Carmen.
Creo que esa es la obligación del cantaor. Poner algo suyo en cuanto canta. Tambien hay cantaores de duende que algunos dias se levantan con una nube en el oido, como dice Mendiola, y otros son capaces de levantarte del asiento. En lo del Pele coincido con Faustino. La última vez que le vi en el Central, estuvo genial. Un saludo y enhorabuena.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Jose Luis. Pero muchos cantaores que podrían tener mucha personalidad, se dedican a reproducir los discos con un nivel de detalle grandioso, dejando así a un lado su impronta personal.
EliminarGracias por comentar y seguir.
Un saludo. Rufo.
¿Creadores de nuevos moldes musicales flamencos? En las últimas décadas, yo reconozco al menos tres: Fosforito, Enrique Morente y Pansequito. Camarón era otra cosa: como intérprete personalísimo supera incluso a los tres nombrados.
ResponderEliminarEfectivamente Andrés, eso son algunos de los que han dejado escuela. Aunque podríamos citar más cantaores personalísimos en su forma de interpretar. Hay que darle una oportunidad a los cantaores de hoy para que impriman su sello a los cantes de toda la vida, a veces el aficionado es el primero que pone trabas al cantaor para que esto ocurra.
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