Al que le gusta la pureza, no le gusta una parte del flamenco, sino que le gusta el flamenco en toda su extensión, por ello ser purista es simplemente ser aficionado al flamenco. Demasiado se ha tergiversado sobre este término, tanto que su uso a día de hoy es limitado. Analizando la situación de esta palabra en el contexto de lo flamenco, dos han sido las vertientes que han hecho que su uso se realice con cautela:
-Por un lado tenemos los que aluden a la pureza como sinónimo
de quietud, inmovilismo o incapacidad para crear; creyendo éstos que la pureza
sólo radica en reproducir cual cacatúa el cante tal y como lo hizo fulanito. O
por poner otro ejemplo más clarificador, aquellos que tachan de impuro un cante
realizado por cantaores con diferentes líneas estilísticas a las afines de uno
mismo.
-Por otro lado tenemos a los heterodoxos de pro, que aluden a
que todo lo que se haga con sentimiento y lleve aires flamencos entra dentro del
mismo lote. Y por mor de esto, y culpa de aquellos, rechazan este término
exponiendo que los “puristas” no permiten evolucionar el arte flamenco. Pero
claro, esta vertiente no disiente de la anterior en cuanto a lo que se entiende
por pureza, tan sólo varía su posición frente a ésta.