Fotografía: Santiago Moga
Difícil lo tenía Jesús para competir con el todopoderoso fútbol, y más cuando el equipo de la ciudad jugaba el partido más importante de su historia. Si además le sumamos que la afición malagueña siempre deja que desear, el resultado es un aforo de 40 o 50 personas.
Poco le importó al jerezano la poca asistencia para desplegar toda la jondura que corre por sus venas. Jondura heredada de una larga extirpe cantaora, la saga de los Méndez, de la que fuera matriarca la mismísima Paquera. Ahora, es Jesús quien recoge el testigo de sus antepasados para consagrarse como uno de los cantaores de referencia sin renunciar a la pureza, algo de mérito en los tiempos que corren.
El espectáculo pertenecía al ciclo Flamenco viene del Sur, que hacía una apuesta por el flamenco más ortodoxo.
Comenzó el recital haciendo Martinetes y Pregón de Macandé (por Pravianas) demostrando que no
venía ni mucho menos a vender humo.
Jesús Méndez |
Ya con la compaña de Manuel Valencia a la guitarra, Diego
Montoya y Manuel Salado a las palmas, y Pedro Navarro al cajón, siguió por Cantiñas del Pinini y Alegrías donde si
bien no brilló especialmente, estuvo correcto, con la fuerza que requieren las
cantiñas utreranas.
“El futbol puede con todo, pero un poquito pa los flamencos
¿no?” Después de soltar esta frase, y acordándose de la tierra que le acogía
esta noche, hizo un cante por Malagueñas,
donde recreó dos estilos foráneos. En primer lugar hizo un cante de Chacón de
dificilísima ejecución (Que te quise y que te quiero) donde si bien consiguió
sacarlo adelante, vislumbró que no es el cante que mejor se ajusta a su voz. A
este estilo le siguió la Malagueña doble de Enrique el Mellizo, que con
pujanza logró domar.
Quiso el plazuelero llevarnos a su terreno. Su dominio
absoluto del compás, su fuerza, su
pellizco y el buen hacer de Manuel con la bajañí, hicieron remover las entrañas de más de un
asistente con su Bulería por Soleá. Sin
duda lo mejor de la noche. Deshojó estilos como el de La Moreno, Antonio la
Peña, Serneta, Frijones y el cierre del Sordo la Luz.
Jesús Méndez y Manuel Valencia (Bulerías por Soleá):
Siguió a compás, pero esta vez de Tangos. Y por supuesto siguió luciéndose, estaba en su momento dulce,
y prácticamente no saldría de ahí en lo que restaba de noche. Se entono como lo
hiciera su tía Paquera. Homenajeó con un cantecito a Tío Gregorio, con esas
formas tan personales que hacía éste. Una pincelaíta por Triana, y acabó
metiéndonos en su bolsillo, un bolsillo que aun no se ha roto por por el
sobrepeso de las imposiciones comerciales, un bolsillo en el que sólo hay
espacio para el Flamenco.
Diego Montoya y Manuel Salado |
Era el turno de los soníos negros como dijera El Niño de
Jerez. El cante por Seguiriya de
Jesús hizo oscurecer casi por completo el Teatro Cánovas. Y no sólo el cante,
porque Manuel Valencia dio lo mejor en este palo, hiriendo con el bordón y
dandole la justeza necesaria al cante de Jesús. Me resultó algo atípico la
salida que hizo con una seguiriya de cierre, pero punto y a parte fue lo que
vino tras este cante, una profunda queja a través del estilo de Diego el
Marrurro y el cierre de Manuel Torre (Eran los días señalaítos).
Término de apuntillarnos con unos Fandangos. Salió por la Calzá donde hubo un ligero desajuste entre
cantaor y guitarrista que no mermó la jondura de dicho fandango, continuó por
Chocolate y cerro la tanda a capella con el estilo de Manuel Torre. Un
auténtico poderío.
Jesús y Manuel |
Como cabía esperar, cerro su actuación con una variada tanda
de Bulerías. Dejando el sello de su
barrio, de su familia y de Caracol. Y sobre todo dejando claro su dominio del
compás, algo que algunos han puesto en tela de juicio. No hay que confundir el
compás con la velocidad. De lo primero va sobrado, y en lo segundo
evidentemente no es el Chaqueta ni Porrinas, pero, ¿acaso Chocolate o Tío
Borrico tenían velocidad en la voz?
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