Flamencos
es uno de los libros más recientes que se han editado sobre fotografía jonda.
Su autor, Jerónimo Navarrete lleva retratando a los protagonistas de este arte
durante mucho tiempo. Por su cámara han pasado grandes figuras del cante del
toque y del baile, así como otros músicos vinculados al flamenco. Los retratos
vienen complementados por textos sobre los artistas. Los encargados de poner palabras a las imágenes han sido los periodistas José María Goicoechea y José
Manuel Gómez.
Portada del libro |
Imagino que os sorprenderá lo paradójico del título, pero resume mi estado de ánimo tras haberme papeado las 307 páginas del libro. No sé si empezar por la parte grata o por la decepcionante. Lo mejor será hacerlo por la parte mala y terminar por la buena, así la sensación final será más positiva.
Lo primero que me llamó la atención es que las fotografías
no parecen estar tomadas por un profesional, más bien por un aficionado. Es más
el valor documental que el artístico. En este sentido hay muchos retratos que
no me parecen dignos de un libro que ronda los 24 euros. El de Manuela
Carrasco, Luis El Zambo o Pedro Sierra son buenos ejemplos de lo que expongo, pero hay más.
Otro aspecto decepcionante es la escasa novedad, ya que muchos de estos
retratos pululan por internet e insisto, para un libro que se ha promocionado
de una forma tan magna esperaba más instantáneas inéditas hasta el momento (muchas de ellas ya las había publicado en un trabajo anterior). En este
mismo sentido se encuentran los textos. Se ha querido vender que los textos que
acompañan a las imágenes no eran biografías al uso, sino más bien un
anecdotario del artista en cuestión, pero en la mayoría de los casos son las
archiconocidas historias de dichos artistas. En este caso la palma de la lleva
Jose María Goicoechea, ya que José Manuel Gómez si que introduce vivencias
propias y anécdotas menos conocidas.
Siendo aun un
poco más mijita, hay ciertos detalles que no me han gustado un pelo; dice
Goicoechea sobre Chano Lobato: "entre canción y canción hablaba..." y
seguramente no este errando, pero que poco flamencas son esas palabras. Entre
cante y cante ¡por Dios! Dice Gómez que entre las bailaoras a las que ha
cantado Vicente Gelo se encuentra Luisa Palacio, pero se trata de Luisa
Palicio, un fallo quizás de digitación, pero no corregido (de estos hay
varios). Hay más detalles de esta índole, pero lo que me ha parecido el colmo
de la no realidad, es la semblanza que hace Goicoechea al Tiriri, dejando estas inexactas
palabras: "Hay algo entre nostálgico y cruel en la imagen de un anciano
cantaor paseando, encorvado y algo desorientado por las calles de su ciudad,
donde en tiempos fue alguien saludado y reconocido, sin que ahora nadie repare
siquiera en él". Estas palabras son fruto del más profundo
desconocimiento, pues el Tiriri es un personaje querido, reconocido y saludado
a diario por las calles de Málaga. Un personaje vital en la vida social del
centro de Málaga.
Lo cierto es que esta parte decepcionante está bastante
compensada por la satisfacción que siempre me produce un libro de fotografía
flamenca, que además viene complementada con algunos textos interesantes. El
hecho de que las fotos están hechas con sistema analógico y en blanco y negro
es un gran aliciente para los fetichistas del grano. La introducción del propio
Jerónimo me parece una semblanza del flamenco muy acertada y bonita. Y en cuanto a los
retratos propiamente dichos hay algunos geniales, de una naturalidad siempre
deseada por el retratista. Sin ir más lejos la portada del libro es una
foto-documento que dice mucho: Lola observada por Farruco. Donday, El
Tiriri, Periquín, Manuel Molina, Paco del Gastor o Morente son algunos ejemplos
de grandes instantáneas que se pueden encontrar en el libro.
Yo personalmente no me arrepiento de tenerlo entre mis
manos, de hecho ha sido uno de mis regalos preferidos de estas navidades, pero
esperaba más.
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