jueves, 16 de enero de 2014

Duende y misterio del flamenco

A Juan Moneo Lara "El Torta"


Pensaréis: “que poco original es este título”, pero creo que el nombre de aquella película de Edgar Neville le viene de perlas al artículo que os traigo.

El “duende”, esa palabra tan asociada a lo jondo y que posiblemente sea la causante del “misterio” de este arte. Porque, ¿qué es el duende? En mi opinión, no es más que la emoción que es capaz de despertar una manifestación artística en un ser. En el flamenco, el duende puede esconderse tras un bordonazo, tras un tercio, tras una letra, tras un desplante o incluso tras un silencio. Podría decirse que es el culmen emocional de todo arte, la máxima expresión artística capaz de provocar un alboroto interno de emociones contrastadas. A veces el frío puede ser calor, a veces la pena puede ser alegría, a veces el dolor puede ser placer, a veces.

¿Que aficionado al flamenco no se ha emocionado alguna vez? ¿A quien no se le han puesto los vellos de punta? ¿Quién no ha sentido un profundo hormigueo en su estómago? ¿Quién no ha llorado alguna vez? Estas sensaciones son a grandes rasgos las que produce un artista cuando el duende lo atrapa y es capaz de desenmascarar la parte más opaca de este arte, la menos tangible, la más ajena a los sentidos básicos. En ocasiones son sólo unos segundos, unos segundos que bien valen por toda una noche de juerga, o un interminable festival de verano.

A mi modo de ver y entender el flamenco llego a la conclusión de que el duende no se esconde tras una depurada técnica ni tras unas facultades inmejorables, sino más bien en la naturalidad frente a lo prefabricado, en lo nacido frente a lo aprendido, en lo vivido frente a lo robado, en lo personal frente a lo convencional, en lo sentido frente a lo cumplido.

Uno de los principales misterios que acompaña al duende es que no todos los artistas tienen la misma capacidad de invocación. Es decir, hay una serie de artistas, a los que de forma genérica se les atribuye dicha cualidad/calidad, y digo genérica porque otro de los condicionantes es el propio aficionao, cada uno con su sensibilidad intrínseca vinculada a un determinado momento anímico.

A pesar de que cada aficionao es un mundo y cada uno tiene sus gustos personales, existen una serie de artistas a lo largo de la historia del cante a los cuales se les atribuye la llave que abre el cofre del duende. Ahí están las referencias a Manuel Torre, si nos atenemos a las mismas hablamos del mayor genio de la historia del cante. Que decir de Camarón o Caracol, más de lo mismo. La compleja simpleza de Paco Valdepeñas volvía locos a artistas y aficionaos. Un simple movimiento de manos de Farruco expresa más que toda la manada de saltinbankis que abunda en el baile fruto de su propia escuela. Ese perfume personal de las sonantas de Diego o Moraíto remueve más entrañas que cualquier picador de pollos. Ese ciclón llamado Cañeta distinta en cada recital. Manuel Molina llorando poesías acuñadas con su pluma y tintero. Y tantos otros que me he dejado por el camino y que rebosan espontaneidad y magia a raudales. Todos ellos tienen en común que a parte de ser admirados por aficionaos, lo son también por los propios artistas. 



La Cañeta en una reunión de artistas y aficionaos


Este día Manuel Molina tenía toda
 una pléyade de buenos artistas siguiendo
 su recital desde un lateral del escenario


No quisiera hablar de estas ficticias criaturas tan asociadas a lo jondo sin mencionar a Juan Moneo Lara “El Torta”. El cantaor jerezano tristemente desaparecido el último día del año 2013, conocía los entresijos del duende, de la magia y de lo sobrenatural. Lo suyo era innato. Nació siendo un druida del pellizco, un bohemio y un irreverente. Vomitaba su verdad en cada cante sin temor a ser juzgado. Él era distinto y lo sabía; siempre fue consciente de que tenía un don. Si estaba a gusto era capaz de estremecer a las piedras, hacer hablar a los mudos o conmover a los sordos.

El Torta eterno

Del desastre a la genialidad hay un abismo, un abismo que Juan recorría deteniendo el tiempo a su paso. Con su pérdida, el flamenco llora desconsolado buscando un nuevo amanecer entre tanta oscuridad. El Torta ya es una leyenda, una leyenda capaz de elevar el arte flamenco a su máxima expresión: capaz de desencriptar los misterios del flamenco


No hay comentarios:

Publicar un comentario