jueves, 4 de abril de 2013

El fútbol pudo con Jesús Méndez

Fotografía: Santiago Moga


Difícil lo tenía Jesús para competir con el todopoderoso fútbol, y más cuando el equipo de la ciudad jugaba el partido más importante de su historia. Si además le sumamos que la afición malagueña siempre deja que desear, el resultado es un aforo de 40 o 50 personas.

Poco le importó al jerezano la poca asistencia para desplegar toda la jondura que corre por sus venas. Jondura heredada de una larga extirpe cantaora, la saga de los Méndez, de la que fuera matriarca la mismísima Paquera. Ahora, es Jesús quien recoge el testigo de sus antepasados para consagrarse como uno de los cantaores de referencia sin renunciar a la pureza, algo de mérito en los tiempos que corren.

El espectáculo pertenecía al ciclo Flamenco viene del Sur, que hacía una apuesta por el flamenco más ortodoxo.

Comenzó el recital haciendo Martinetes y Pregón de Macandé (por Pravianas) demostrando que no venía ni mucho menos a vender humo.

Jesús Méndez
Ya con la compaña de Manuel Valencia a la guitarra, Diego Montoya y Manuel Salado a las palmas, y Pedro Navarro al cajón, siguió por Cantiñas del Pinini y Alegrías donde si bien no brilló especialmente, estuvo correcto, con la fuerza que requieren las cantiñas utreranas.

Manuel Valencia y Pedro Navarro

“El futbol puede con todo, pero un poquito pa los flamencos ¿no?” Después de soltar esta frase, y acordándose de la tierra que le acogía esta noche, hizo un cante por Malagueñas, donde recreó dos estilos foráneos. En primer lugar hizo un cante de Chacón de dificilísima ejecución (Que te quise y que te quiero) donde si bien consiguió sacarlo adelante, vislumbró que no es el cante que mejor se ajusta a su voz. A este estilo le siguió la Malagueña doble de Enrique el Mellizo, que con pujanza logró domar.

Quiso el plazuelero llevarnos a su terreno. Su dominio absoluto del compás, su fuerza,  su pellizco y el buen hacer de Manuel con la bajañí,  hicieron remover las entrañas de más de un asistente con su Bulería por Soleá. Sin duda lo mejor de la noche. Deshojó estilos como el de La Moreno, Antonio la Peña, Serneta, Frijones y el cierre del Sordo la Luz.

Jesús Méndez y Manuel Valencia (Bulerías por Soleá):


Siguió a compás, pero esta vez de Tangos. Y por supuesto siguió luciéndose, estaba en su momento dulce, y prácticamente no saldría de ahí en lo que restaba de noche. Se entono como lo hiciera su tía Paquera. Homenajeó con un cantecito a Tío Gregorio, con esas formas tan personales que hacía éste. Una pincelaíta por Triana, y acabó metiéndonos en su bolsillo, un bolsillo que aun no se ha roto por por el sobrepeso de las imposiciones comerciales, un bolsillo en el que sólo hay espacio para el Flamenco.

Diego Montoya y Manuel Salado

Era el turno de los soníos negros como dijera El Niño de Jerez. El cante por Seguiriya de Jesús hizo oscurecer casi por completo el Teatro Cánovas. Y no sólo el cante, porque Manuel Valencia dio lo mejor en este palo, hiriendo con el bordón y dandole la justeza necesaria al cante de Jesús. Me resultó algo atípico la salida que hizo con una seguiriya de cierre, pero punto y a parte fue lo que vino tras este cante, una profunda queja a través del estilo de Diego el Marrurro y el cierre de Manuel Torre (Eran los días señalaítos).


Término de apuntillarnos con unos Fandangos. Salió por la Calzá donde hubo un ligero desajuste entre cantaor y guitarrista que no mermó la jondura de dicho fandango, continuó por Chocolate y cerro la tanda a capella con el estilo de Manuel Torre. Un auténtico poderío.

Jesús y Manuel

Como cabía esperar, cerro su actuación con una variada tanda de Bulerías. Dejando el sello de su barrio, de su familia y de Caracol. Y sobre todo dejando claro su dominio del compás, algo que algunos han puesto en tela de juicio. No hay que confundir el compás con la velocidad. De lo primero va sobrado, y en lo segundo evidentemente no es el Chaqueta ni Porrinas, pero, ¿acaso Chocolate o Tío Borrico tenían velocidad en la voz?



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