Antonio Ríos Fernández,
“El Pipa”, fue el encargado de poner el punto y final en el Teatro
Cervantes a la III Bienal de Arte
Flamenco de Málaga con su espectáculo Jeregueño, donde unificó a través de
su baile las formas flamencas jerezanas y malagueñas. El recital contó con los cantaores Enrique El Extremeño, Morenito de Íllora, Maloco de Sordera y Joselito Cortés; las bailaoras Macarena Ramírez y Claudia Cruz; y los tocaores Juan José Alba y Javier Ibañez.
Antonio es el legítimo heredero
de una de las casas gitanas más flamencas de Jerez de la Frontera, nieto de Tía
Juana la del Pipa y sobrino de Antonio y Juana la del Pipa. Sus raíces
entroncan con Tío Juanichi el Manijero, Parrilla el Viejo, Tío Borrico,
Terremoto o el Serna de Jerez entre otros. Con sólo 43 años goza de una
veteranía y madurez impropia, habiendo formado parte de las mejores compañías
de baile. Los premios nacionales de Córdoba “Juana La Macarrona” y “Paco
Laberinto” en 1995 suponen un punto de inflexión en su carrera, que culminaría
con la creación de su propia compañía hace ya casi 17 años, con la que ha
recorrido un sinfín de países y teatros.
Su baile carece
tretas, fingimientos o adornos inocuos, todo en él es pura verdad, una verdad
flamenca arraigada sobre unos cimientos que no necesitan disfraz. Es el
vivo ejemplo que demuestra que con la pureza por bandera también se pueden
cosechar éxitos internacionales.
Antonio El Pipa elegante |
Con un casi lleno en el Teatro, su recorrido flamenco
comenzó en Málaga donde ininterrumpidamente bailó malagueña de Manuel Torre,
fandango de Frasquito, serrana y cantes del Piyayo. Un claro guiño a la tierra
que pisaba y donde puso de manifiesto su porte y elegancia, aunque lo mejor
estaría por llegar.
De la luz de Málaga, pasamos a la oscuridad de la seguiriya
jerezana. Macarena Ramirez, una
joven de 20 años fue la que moldeó el cante de lúgubres formas. Llegó al público
y se llevó una de las ovaciones más fuertes de la noche. Aun así, no supo darle
la enjundia inherente al baile por seguiriyas, la expresión de dolor no se
reflejó en su joven rostro. Sublime el cante de Morenito de Íllora.
Macarena Ramírez |
Ni malagueñas ni jerezanas, Antonió continuó impartiendo
magisterio por alegrías gaditanas rematadas con bulerías también de la tacita
de plata. Un nuevo descanso de Antonio dio paso a la bailaora Claudia Cruz, que agradó a los
presentes esculpiendo formas por tarantos que se transformaron en tangos.
Claudia Cruz |
Antonio se metió en vereda para hacer viajar al respetable
hasta el mismo barrio de Santiago. La especialidad de la casa, las bulerías por
soleá en las que contó con la esctrecha
colaboración de Claudia, fueron profundas y señoriales. Sin salir del compás de soleá, pero
ralentizándolo hasta casi detener el tiempo, Antonio llegó al cenit de su arte. Su
braceo es impresionante, pero sobre todo sus manos, que son capaces de
transmitir todo el legado de una estirpe flamenca. Lo difícil del baile radica
en emocionar con los movimientos más simples, como hace
Antonio con sus manos. El duende se esconde tras el instinto, el
porte, la expresión o el saber estar, pero nunca lo hace tras la técnica.
Antonio El Pipa |
Puso el cierre a su actuación y con ella a La Bienal con
unas jerezanísimas bulerías en las que compartió escenario con Macarena y
Claudia. De esta manera, por fiesta,
como no, pusieron el broche de oro a una bienal con muchos altibajos en cuanto
a aceptación, pero donde no faltaron buenos espectáculos.
Fin de fiesta |
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